sábado, 19 de marzo de 2016

Amar menos, amar mejor.

En un bucle, girando y dando vueltas, un ciclo eterno, de repeticiones, play-stop, play-stop, play-stop... La misma historia repitiéndose sin cesar... Ese desamor a nosotros mismos, por qué? Porque siempre anteponer la felicidad de otros a la nuestra propia? Lo hacemos casi a diario, digo casi, por no decir SIEMPRE.
Todos los días es un constante "voy a hacer esto para que no se enfade Menganito", "voy a irme a casa para que mi madre no se enfade", "voy a hablar a Juanito no vaya a ser que se crea que estoy pasando de él", "voy a estar pendiente del whatsapp cada dos por tres, no vaya a ser que me hable Pepito y no me de cuenta...". Son actitudes que hemos adoptado de una forma tan fuerte, que las hacemos cada día a cada momento... Estamos constantemente cediendo nuestra felicidad a terceros, a personas a las que, sí, queremos, pero que por mucho que les queramos, no se merecen esa atención, o más bien, no se merecen esa desatención a nuestros propios intereses.
¿En cuantas ocasiones habré oído "No puedo ir porque sino mi novio/a se enfada..."? y para que decir mentiras, yo me incluyo en ese montón de gente al que en muchas ocasiones se le mete entre ceja y ceja algo, sin darme cuenta de que estoy intentando controlar una situación ajena a mi propia vida, de la cual no debería ni tomar partido, puesto que cada elección que pertenece a otra persona diferente a nosotros, no nos incumbe, sea nuestra pareja, nuestro amigo, nuestro hermano o nuestra prima la del pueblo. 
Debemos aprender a dejar de enfadarnos con otras personas por que no se comporten o hagan lo que nosotros queremos o desearíamos. El amor (hablando tanto de amor de pareja como el resto de amores, amistad, familiar...) en su más pura esencia es libre, no es un puñado de celos, ni de exigencias, ni pretensiones, no son "deberías", ni amenazas... El amor real es tan libre que decide por si mismo estar con una persona respetando que la otra persona, a pesar de ser tu pareja sigue teniendo su vida, la cual no debe ser invadida por ti. El amor real no impide ni obliga, no prohíbe, no es sumiso... El amor de verdad acompaña pero no agarra... Y puesto que esto es así, nunca debemos dejar pasar oportunidades o dejar de hacer cosas que realmente deseamos hacer por NADIE. Nadie nunca es imprescindible, no es perfecto, no es más que TÚ mismo, nadie nunca tiene que tener en sus manos tú felicidad, puesto que las personas, tarde o temprano acabamos fallándonos, no somos eternos, ni perfectos, y cuando esa persona se va, no puede llevarse tu felicidad, porque tu felicidad eres tú. Las personas nos dan momentos, pueden darnos cariño, amor e incluso algún tipo de estabilidad emocional, pero una persona jamás nos querrá a nosotros, como nosotros mismos nos queremos, así pues, antes que nadie estás tú y está tu felicidad, y quien no pueda entenderlo, no es digno de poseer ese amor libre, puro en su esencia.

Concluyendo: debemos aprender a amar menos, y a amar MEJOR.

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