lunes, 30 de junio de 2014

Conformandome con poco

Un hotel. De esos carísimos que no sabes ni como pagarías. Cogería, y tras estar toda la tarde en la piscina, tomándome unas caipiriñas, echándome crema de vez en cuando, leyendo una revista o escuchando la banda de música pagada por el hotel iría a que me dieran un masaje ahí, en una tumbona y quedarme medio dormida, relajada. 
Ir a cenar a la terraza del hotel, comer lo más caro, pero si fuera comida española, aún mejor.
Y después, tumbarme con la persona más especial del mundo en una de esas camas en la terraza del hotel en las que tienes el mar justo en frente, con un par de mojitos y el sol cayendo poco a poco. El cielo de color rosa anaranjado. Las gaviotas sobrevolando el cielo. Cerrar los ojos y escuchar el sonido del mar y sentir el olor a sal, las olas rompiendose en la orilla y desapareciendo en forma de espuma blanca. Y una pequeña brisa que menea las hojas de las palmeras que se encuentran encima de la cama. Que vaya anocheciendo y se enciendan unas pequeñas lamparas, y pongan música, de esa preciosa. Abrazarme a esa persona especial y acabar durmiendome allí, en el paraíso.

Me conformo con poco...


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