miércoles, 23 de octubre de 2013

Más rápido que el tiempo

Hay personas que se marchan tan rápidamente de nuestras vidas que a veces nos cuesta hasta asimilarlo. Y entramos en una especie de etapa, digamos, que hace que no logremos creerlo del todo. Es una etapa en la que intentamos correr más rápido que el tiempo. Seguimos pensando en esas personas, al principio, pero nos vamos auto convenciendo de que eso no es lo correcto. Y corremos, volamos, olvidamos, o más bien creemos que olvidamos. Simplemente, preparamos a nuestro cuerpo con una coraza de hierro forjado, de ese que no lo traspasan ni las balas. Está hecho a conciencia, para que nada nos pueda herir. Por eso, aunque sigan importándonos esas personas, en distinta medida, pero al fin y al cabo importándonos, evadimos cualquier tema que tenga que ver con ellas. Y de hecho cuando nos cuentan algo malo de esas personas nos reímos con esa sonrisa de 'que se joda' y nos hacemos más fuertes. Pasan las semanas, sin esas personas, y notamos como, cuanto más lejos están más rápido olvidamos. Y personalmente, me he dado cuenta de algo, y es que puedes hacer de todo, puedes intentar olvidar, puedes evadir, huir, ignorar, pero el momento que verdaderamente te da la razón para decir que dejaron de importarte es, ver a esas personas y no sentir absolutamente nada. Si eso ocurre, enhorabuena, se acabó. Ya no piensas en esas personas, y no es porque lo evites, sino porque tu corazón y tu cabeza entendieron que se fueron de tu vida porque no tenían que estar más. Y darte cuenta de que hay personas que sobran en tu vida y llevarlo así de bien es grande, muy grande, significa que aprendiste una nueva lección.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario